tenemos fermentando los músculos, y gastadas las pieles.
son sombra e insolaciones. quintas y piletas prestadas, calles mugrientas.
me acuerdo de mis uñas y de almorzar
bichos bolitas a los nueve años.
el día en que escriba un poema para mi madre
será como un rayo fulminante, partiendo un árbol débil,
una rama que cae, y luego de haber caídoqueda estorbando el paso a gente que sigue de largo en la vereda.
mi madre no tiene una hija que sea la mejor poeta de Rusia*.
que me ame como al campo que no heredó, por mi sangre solamente,
sin tomar a pecho mis versos: me succiona.
no me alcanza ni me falta.
es una respiración boca a boca
ante el desvaído en que tomo agua,
atorada, y sin ahogarme.
*aludo a este poema de Esenin que dijeque iba a transcribir:
La confesión de un granuja
No todos saben cantar
no todos pueden ser manzana
y rodar a los pies de los demás.
Esta es la suprema confesión
que puede hacer un granuja.
Ando intencionalmente despeinado
con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta iluminar entre tinieblas
el deshojado otoño de nuestras almas.
Me gusta cuando las piedras de los insultos
vuelan hacia mi, como el granizo de una eructante tempestad.
Entonces sólo oprime con más fuerzas
la pompa oscilante de mis cabellos.
Con cuánto cariño recuerdo
el estanque invadido por la hierba y el ronco tañido del olivo
y que en algún lugar viven mi padre y mi madre,
a quienes todos mis versos no les importan un comino,
pero que me aman como al campo y a su propia sangre,
como a la llovizna que en primavera mulle los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
por cada injuria que lanzan sobre mi.
¡Pobres, pobres campesinos!
Seguramente ya están feos y viejos
y aún temen a dios y las ánimas del pantano.
¡Oh, si pudieran entender
que su hijo
es el mejor poeta de Rusia!
¿Acaso sus corazones no se helaban
cuando sus pies desnudos tocaban los charcos del otoño?
Ahora anda con sombrero de copa
y zapatos de charol.
Pero vive en él, con ímpetus de antaño,
el mismo aldeano travieso.
Desde lejos saluda con reverencias
a las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías,
y cuando se cruza con los coches de la plaza
recuerda el olor del estiércol en los campos natales
y está dispuesto a levantar la cola de cada caballo
como la cola de un traje de novia.
Amo a mi patria
¡Amo inmensamente a mi patria!
Aunque exista en ella la tristeza y la herrumbre de los sauces.
Me gustan los hocicos fangosos de los cerdos
y las voces estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de recuerdos de infancia.
Sueño con la humedad y la niebla de las tardes de abril.
Como queriendo entibiarse
nuestro arce se encuclilló ante la fogata del ocaso.
¡Cuántos huevos robé de los nidos de las comadrejas
trepando de rama en rama!
¿Será el mismo con su cima verde?
¿Será como antes tan dura su corteza?
¿Y tú, mi querido,
mi fiel perro overo?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
y vagas por el patio arrastrando tu cola caida,
tu olfato ya no distingue el establo de la casa.
Cuán queridas me son aquellas travesuras
cuando hurtaba pan a mi madre
y la mordíamos por turno
sin sentir asco uno del otro.
Soy el mismo de antes
y mi corazón es el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como azulíes en el centeno,
y al extender las esteras doradas de mis versos
quisiera decirles mis palabras mas tiernas.
¡Buenas noches!
¡Buenas noches a todos!
La guadaña de la aurora ha enmudecido
sobre la hierba en el crepúsculo...
siento unas ganas enormes
de mear la luna desde la ventana.
¡Luz azul! ¡Es tan azul la luz!
En este azul ni siquiera morir importa.
¡Qué me importa parecer un cínico
con un farol colgando del trasero!
Mi viejo, buen y derrengado Pegaso,
¿acaso necesito de tu trote apacible?
He llegado como un amo severo
a cantar y glorificar a las ratas.
Mi cabezota, como agosto,
vierte el vino burbujeante de los cabellos.
Quiero ser el velero amarillo
que va hacia al pais adonde todos navegamos.
Traducción de jorge Teillier al libro "La confesión de un granuja". Antología Poética . Editoria Universitaria 1973.
2 comentarios:
...que me ame como el campo que no heredó...
M.
teiller, un grande
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